Por Liliana Cadena Monsalve
Conseguir cupo para que un niño
estudie preescolar o primaria puede llegar a ser toda una odisea, sobre todo en
países como Venezuela donde la demanda
supera ampliamente la oferta. Este hecho ha llevado a que la mayoría de los
colegios, al margen de la ley, apliquen pruebas con el único objetivo de
seleccionar a los pocos niños que pueden admitir.
Como es de suponerse estas
prueban exigen un alto nivel de desempeño por parte de los aspirantes, al punto
que muchas de estas incluyen destrezas del grado al que supuestamente el futuro
alumno está aspirando. Tal vez para los
colegios este mecanismo, resulte muy útil, pero desde el punto de vista de los
niños, y sus familias, es totalmente injusto.
Analicemos el hecho: se le pide a
un niño que por primera vez esta conociendo a una institución y rodeado de
personas extrañas que tenga un desempeño excelente y a su vez que realice la
prueba en un tiempo corto. Se le está pidiendo a un niño, inocente de todo, que
cargue sobre sus hombros con las consecuencias de la calidad de la educación que
ha recibido y que el mismo ni siquiera ha escogido. Me pregunto yo, ¿qué pasa
si el colegio del que viene no tiene un buen nivel?: bien sea porque no cuenta
con recursos suficientes, porque no tiene el personal preparado, o porque el
mismo falta con frecuencia?, ¿qué pasa con los niños que tienen algún problema
como puede ser lenguaje, Autismo, hiperactivismo, etc. y son evaluados o
medidos, diría yo, con la misma vara de los demás? ¿ Es esto justo? En este
último punto me voy a detener.
Soy madre de un niño con algunos problemas
de lenguaje, hiperactivo, con déficit de atención y hipotonía en los brazos, a
pesar de que ese poco de etiquetas, que en mi opinión no hacen sino
descalificar a los niños y ponerles límites, déjenme decirles que mi hijo es un
ser maravilloso, único, hermoso por dentro por fuera, capaz de alcanzar los
objetivos como cualquier otro niño, la
diferencia es que requiere, a veces, un poco más de amor, un poco más de
atención por parte de sus maestras, y de todos los adultos que le rodeamos. Es
allí cuando los docentes de vocación y que aman a sus niños hacen la
diferencia.
¿Qué pasa cuando la educación se
mercantiliza y hay que quedar casi arruinado para poder inscribir y pagar las
mensualidades de un niño que estudie tiempo completo? ¿Qué pasa cuando los
niños son vistos como un negocio y la directora de un colegio te dice que lo
hay es cupo para un niño que vaya a estar en la institución tiempo completo y
que esto vale tantos Bs. XXX ( un tanto impagable por muchos bolsillos,
incluyendo el mío) y que si es medio tiempo no hay cupo. En dos oportunidades he escuchado la frase:
“vamos a ver si tu hijo tiene el nivel del colegio” o “Tu hijo no tiene el
nivel del colegio”. Se supone que la educación debe estar al servicio y a la
medida de los niños, quienes en su papel de sujetos protagónicos deben ser el
centro de todo el proceso educativo. Está mal si compramos la idea de que lo
primordial es la institución y el prestigio del colegio. Lo primordial es que
nuestros hijos estudien en su sitio donde sean valorados, queridos, enseñados
con amor y respetados en su proceso de aprendizaje.
Necesitamos urgente más escuelas
y colegios con cupo para todos nuestros niños, incluso para aquellos que
teniendo una leve dificultad pueden incorporarse a colegios normales; y por
supuesto, más colegios para niños que requieren una atención especial. Recibir
una educación amorosa, de calidad y con inclusión es un derecho de todos
nuestros niños.