¿Crisis de
salud o crimen de lesa humanidad?
Por Luisa
Kislinger
Internacionalista y Activista de derechos de las mujeres
y derechos humanos
La crisis de salud que atraviesa Venezuela no puede ser vista desde una perspectiva distinta a la de derechos humanos. Sin embargo, encuadrar lo que nos ocurre desde esta mirada no implica solamente relacionar la crisis a la obligación que tiene el Estado venezolano de garantizar el derecho a la salud, tal y como dispone la Constitución Nacional. Aquí hay algo más.
La crisis de salud que atraviesa Venezuela no puede ser vista desde una perspectiva distinta a la de derechos humanos. Sin embargo, encuadrar lo que nos ocurre desde esta mirada no implica solamente relacionar la crisis a la obligación que tiene el Estado venezolano de garantizar el derecho a la salud, tal y como dispone la Constitución Nacional. Aquí hay algo más.
Estamos
ante una acción deliberada del Estado de impedir el acceso de la población a
medicinas e insumos médicos, bien sea por negarse a cumplir con el compromiso
de liquidar las divisas para el pago de deuda a proveedores, por la disminución
de las importaciones directas del Estado de insumos y medicinas, o por negarse
a recibir ayuda humanitaria de otros países u organismos internacionales. En
cualquiera de los casos, hay una intencionalidad evidente.
Llegamos a
un punto en el que sólo la entrada inmediata de medicamentos ya elaborados garantizará
la vida de miles de personas que esperan, porque fabricarlos en Venezuela
tomará de 4 a 6 meses. En otras palabras, un donativo desde el exterior es la
única vía posible hoy. Lo han dicho las organizaciones de la sociedad civil y
los mismos pacientes: la decisión de recibir la ayuda está en manos del alto
gobierno. Tan sólo la palabra de Nicolás Maduro bastará para que lleguen los
medicamentos e insumos que significarán el tránsito entre la vida y la muerte
de miles de venezolanas y venezolanos. Pero la palabra no llega.
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Día Internacional de la Mujer
Por María Eugenia Monsalve
Presidenta Asociación Venezolana de Mujeres
Ser
mujer es un gran reto, un gran desafío en nuestros días especialmente si
queremos realizarnos como persona o como líderes. Aún hoy con todas las
conquistas legales garantizadas en nuestra Constitución Nacional y demás leyes,
aún existen grandes obstáculos para llegar a ser la mujer que tenemos que SER
en el presente siglo. Falta mucho para lograr una verdadera igualdad legal
civil, penal y laboral.
Las
Organizaciones Femeninas se sienten orgullosas de su labor callada, pero
tesonera, y por ello, es una fecha propicia para “enaltecer a las mujeres públicamente
“ porque lo merecen en su capacidad y
constancia para lograr sus aspiraciones de madre y participante activa del
desarrollo de nuestra Patria Venezuela, sabiendo que eso lo han logrado a costa
de muchos sacrificios personales de tiempo, dedicación, enfermedades, descuido
a veces del hogar y han tenido que redoblar sus esfuerzos para patentizar en leyes sus aspiraciones de madre
y mujer.
Sin embargo en este año, el Día Internacional
de la Mujer,
para nosotras las mujeres venezolanas, no puede ser un día para celebrar, es un
día de tristeza al ver cómo nuestra
Patria se cae a pedazos: los valores que
como madres hemos inculcado en el hogar se han perdido o modificado, cómo se
irrespeta día tras día nuestra dignidad al tener que hacer colas de muchas horas para poder comprar algo de
comida para llevar a nuestros hogares, cómo nuestros hijos han tenido que marcharse
del país tratando de escapar de la violencia que no discrimina y en busca de un
futuro que no vislumbra en su país, pero a pesar de todo nos queda una luz de
esperanza, de Fe en el Ser Supremo que ve nuestra congoja y que más temprano
que tarde hará que este maravilloso país renazca y vuelva a ser el que algún
día conocimos y heredamos de nuestros padres.
Por
eso las invito a secar nuestras lágrimas y seguir luchando. Venezuela nos necesita.
La participación política de las mujeres
Lcda. Sonia Pacheco Blanco
Directora de la Fundación MADRES POR
LA VIDA
Aun cuando las mujeres constituimos más
de la mitad de la población mundial, solo recientemente hemos sido consideradas
componentes indispensables en los programas de desarrollo.
Las mujeres hemos sufrido desde los
inicios de la civilización un trato discriminatorio en todos los ámbitos de la
vida pública y privada; y en la participación política es uno de los espacios donde con mayor fuerza
se ejerce la exclusión, el sectarismo y
la discriminación.
Antiguamente se consideraba que la mujer no poseía las
capacidades mentales suficientes para emitir una opinión referentes a asuntos
públicos, ni mucho menos formar parte de la vida de la vida política de los
países; existía la creencia generalizada de que las mujeres no estaban aptas
para los trabajos intelectuales, y que solo debían dedicarse a las labores del
hogar y por ello se les negaba la oportunidad a la educación.
En Venezuela las cosas no han sido
diferentes del resto del mundo; la normativa jurídica de la Constitución de
1901, establecía en su Art. 17, ordinal 11, que el derecho al sufragio solo
podía ser ejercido por los venezolanos varones mayores a 21 años; logramos el
voto secreto y universal en 1947, y nuestro acceso en los espacios de poder han
sido muy escasos.
Los movimientos de
mujeres en el país fueron una punta de lanza para lograr estos derechos, la Agrupación
Cultural Femenina ACF, fue la primera agrupación feminista política junto con
la Asociación Venezolana de Mujeres que se organizan para defender el derecho
del voto de las mujeres, la ACF sus integrantes se dispersaron hasta que desapareció
y la AVM aun en nuestros días existe y sigue prestando una labor de apoyo a las
madres y niños.
La participación política de las
mujeres presenta bajos niveles a pesar de todos los esfuerzos que se han
realizado para que las mujeres ocupen un espacio en la política del país,
durante el Siglo XXI, para el proceso electoral 2004 apenas alcanzamos el 18%.
Para el 2008 el Frente Nacional de Mujeres, organización que agrupa a las
representantes de todos los partidos políticos de oposición, las sindicales,
gremiales y organizaciones civiles, logran ante el Concejo Nacional Electoral
CNE, una Resolución que establece para esos comicios la paridad con alternabilidad
en la confección de las listas, lográndose aumentar la participación en el
49,75% en las elecciones de concejales y concejalas. Para el 2010 la presión de los partidos no permitió
que la Resolución emanada del CNE tuviera fuerza de obligatoriedad sino que la
dejó a criterio de las organizaciones postulantes y el retroceso en el Poder
Legislativo nos llevó a que de un total de 165 diputados a la Asamblea Nacional,
solo 17 de ellos fueran mujeres, representando 10,3%.
Para el periodo legislativo 2016-2021, nuevamente
el FNM acude al CNE y se encuentra con otro escenario, la Rectora Tibisay
Lucena, presidenta del organismo comicial, nos presta todo su apoyo y compromiso y se establece la paridad con alternabilidad con
unas bandas de 40/60, no menos de 40% ni mayor de 60% para ambos sexos; sin
embargo, nuevamente las organizaciones políticas logran a través de presiones y
en franca violación a las normas de la Resolución, minimizar la participación
chucuta de las mujeres llevando a los curules solo un 20,95%.
Existe un proyecto en la Asamblea
Nacional para lograr que dicha Resolución sea convertida en Ley, también se ha
solicitado la reforma a la Ley Orgánica de Procesos Electorales LOPRE, la Ley
Orgánica de Igualdad de Género, todas ellas archivadas, engavetadas,
desestimadas. Hasta que no exista una normativa que nos garantice el acceso al
poder político, seguiremos sub-representadas y causándole un gran daño a la Nación,
porque esa sub-representación en los cargos del poder público es una pérdida
social de la potencialidad intelectual que las mujeres poseen y provoca un
desequilibrio en las respuestas del Estado a las necesidades de más de la mitad
de la población que ellas representan.
Sin embargo, entre las estrategias
para conseguir la participación paritaria además de la reforma a la ley
electoral, también está el establecimiento de relaciones humanas no basadas en
la fuerza o violencia y la exclusión, tiene que existir un cambio de cultura en
las organizaciones políticas que fomenten la participación política de las
mujeres.
¿Sumisión o Rebelión?
Por Teresa Monsalve
Es muy diciente en los países latinoamericanos que aún se
presenta, en alto porcentaje, el
"fenómeno" del machismo.
Si hacemos una retrospección a nuestra niñez, vemos que fuimos criadas para ser mamá, ama de casa y llegar a nuestra vejez en compañía de un esposo que se supone va a ser para toda la vida. Por eso, nos enseñaron a cocinar, lavar planchar y criar los hijos que Dios nos enviara.
A la par con éste aprendizaje se debía atender al padre, o
en su defecto al hermano mayor, pues llegaba " el patrón ", no
importaba que hubiera niños. Para él era el mejor plato, el primero que había
que atender y si de pronto se le ocurría cambiarse de zapatos había traerle las
pantuflas mientras descansaba.
En consecuencia, el hombre latino se crió con ésa
mentalidad, viendo el ejemplo de su casa, y ahora exige que la esposa lave,
planche, cocine, atienda los niños, los lleve al colegio, atienda al perro si
lo hay, y otros antojos que tenga el "patrón", pues él asegura que la
mujer está para obedecer , aunque ella sea la proveedora en el hogar, porque si
es él el que trabaja más parece su carcelero .Es decir, se convierte en una madre
soltera felizmente casada.
¿Exageración?
No. Es la situación de las
mujeres latinas con poca educación. Por tanto, se hace necesario brindarles apoyo y orientación para que sean auto suficientes y
tengan la opción de buscar otra alternativa
que les permita sin sumisión ni rebeldía brindarles una mejor calidad de
vida a sus hijos, diferente a la que le ha tocado vivir.
En este objetivo podemos decir que la Asociación Venezolana
de Mujeres está cumpliendo con una de las misiones para la cual fue creada.
Yo pienso que muchas mujeres no nos damos cuenta de la violencia de la que somos víctimas porque nos hemos “acostumbrado” a un maltrato cotidiano en nuestro hogar.
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