Mi pareja, mis hijos, mi familia




Los muchachos de antes


Por Teresa Monsalve, de Bogotá-Colombia
 
Una vieja melodía argentina decía: “los muchachos de antes no usaban gomina“ , en verdad, los chamos, los píbes, los chamacos, los jóvenes de antes mantenían su cabello de manera natural, sin ningún aditamento que los hiciera ver distintos.

Luego empezaron a usar gel, o brillantina para que su cabello asistiera bien peinado.


Con el tiempo llegó una moda que escandalizaba  y era el cabello largo. Tan largo que para muchos, ya adultos, siguen con ésta moda.


Ahora, en ésta época  se está usando una moda que también para los padres, maestros y gran parte de  la sociedad les parece “horrible”: Es el peinado con la cabeza rapada por los lados y la parte del centro levantada, eso sí con gomina o gel , tinturado con colores chillones. Y aparte de esto están de última moda  los  tatuajes en brazos, piernas, espalda, pecho o en cualquier otra parte de su cuerpo  y los piercings que lucen sin medir las consecuencias del riesgo que puedan presentar al usar éstos cuerpos extraños .
Éstas han sido modas temporales y veremos las próximas.


Pero con éstos cambios han venido también otros que cada vez se agudizan más, y son: inicialmente el consumo de marihuana hasta llegar a drogas sintéticas que producen efectos degenerativos en  su mente y su cuerpo.


Pudo ser inicialmente que los padres y maestro no actuaron a tiempo, pero ellos tampoco estaban preparados para éste fenómeno, al cual hay que sumarle los avances de la comunicación que han hecho que la juventud tome paradigmas americanos y europeos  que son difíciles de controlar.


La brecha generacional que resulta de estas conductas, no se pueden arreglar con castigos, con gritos ni peleas. Lo único que queda es pactar con los hijos normas de derechos y obligaciones mientras estén en el hogar y orientar a los padres para que controlen la clase de información que están recibiendo sus hijos en sus computadores, móviles, tablets e incluso a través de los mismos amigos.


LA SOLEDAD DE DOS EN COMPAÑÍA

 
Por Teresa Monsalve, de Bogotá-Colombia



Nuestra generación anterior se sorprendió y empezó a utilizar al teléfono inalámbrico, la televisión a color y posteriormente el teléfono celular.  Esto facilitaba su sistema de comunicación, podía conectarse oportunamente con su familia, con su trabajo y, en  general, con las personas o sitios de su interés.


Pero si  bien el celular fue de gran ayuda para su desempeño laboral, familiar y social, mucho más asombrosa ha sido la llegada del teléfono inteligente, que ha revolucionado al  mundo, pues su capacidad y funciones  hasta hace poco eran insospechadas.

Este pequeño aparato es cámara  fotográfica, permite la comunicación verbal y escrita, se reciben noticias de los periódicos del mundo, es calculadora, se puede a través de él realizar transacciones financieras, pagar servicios, llevar la agenda de trabajo, compromisos médicos, con un programa especial se puede adaptar y ver a la persona con la cual se está hablando; Ah! otra función: se pueden instalar juegos, descargar y/o grabar videos, etc.

No obstante, aquí viene un "pequeño gran problema" y es el uso que se le da: los padres de familia para mantener a los hijos callados, ocupados y que no molesten les compran a cada uno de sus hijos éste aparato; también las reuniones de trabajo o los almuerzos o comidas de compañeros se volvieron una maratón de celulares: escasamente comen o hablan por  que están entretenidos jugando, hablando o leyendo chismes. Se acabó la comunicación cordial que representaba el compartir un rato de descanso y   lo que es peor  es que esta situación se vive cotidianamente en la familia.  La pareja de esposos están en la cama, en el comedor o en la sala, al igual  que sus hijos,  con el celular en la mano, hasta altas horas de la noche y lo único que comparten es el espacio físico. 

Nos preguntamos entonces, ¿hasta  donde la revolución de la tecnología ha impactado la vida social y familiar? Seguramente éstos descubrimientos cada vez  serán más asombrosos como asombrosa va a ser la incomunicación entre el entorno familiar y social. Un tema de reflexión para los padres que, a veces o en la mayoría de veces, no saben que están viendo sus hijos.
 


Embarazos a temprana edad

Por Teresa Monsalve, de Bogotá-Colombia



Una de las situaciones que se están presentando en éstos países tercermundistas  es el gran porcentaje de parejas jóvenes  que,  en su mayoría no asumieron su iniciación sexual con conocimiento y responsabilidad, dando lugar  a embarazos no deseados.

Entonces se ven casos como:

  1. Madres niñas que más parecen jugando con un muñeco
  2. Muchachos que tuvieron que retirarse del colegio para hacer frente a este nuevo  “problema” 
  3. Abuelos que resultan criando a su nieto, mientras sus hijos terminan de criarse

Las opiniones sobre ésta esta  conducta juvenil gira en torno a la falta de comunicación entre padres e hijos; inhibición de los padres para tratar temas  de carácter sexual; los compañeros del grupo que comparten sus experiencias; por saturación de películas y series que presentan la conducta sexual como algo intrascendente que los jóvenes lo asumen como paradigma para sentirse mayores.


¿Se puede mejorar ésta situación?  ¡Claro!

Primero, educando a los padres para que inicien la educación de sus hijos desde muy temprana edad. Segundo, los medios masivos de comunicación pueden realizar campañas educativas de prevención en donde se infunda el respeto por sí mismo y el de sus compañeros, los métodos adecuados para prevenir embarazos indeseados, pero sobre todo transmitirles a los jóvenes que la maternidad y la paternidad son responsabilidad para toda la vida  y que la llegada de un hijo implica amor, dedicación y sobre todo compromiso para acompañarlos en cada etapa de su vida.  


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